Entradas

Este jueves, relato: Las Sinsombrero

Imagen
Nos hemos manifestado. Hemos caminado codo con codo ondeando banderas de libertad, reivindicando en voz alta exigencias a las que tenemos derecho. También lo hemos hecho en silencio, elevando al cielo carteles con manos blancas más elocuentes que nuestros propios gritos. Hemos compartido pancartas con lemas concisos, contundentes y fáciles de entender.  La marcha a veces pausada, ha conectado las miradas de activistas soñadoras con las de testigos indiferentes. Ojos, que terminan siendo cómplices de elocuentes expectativas. La evolución, el avance y la denuncia, han enraizado con las conciencias más receptivas. Las raíces de la base ya hace tiempo que huelen a tierra húmeda y fértil, pero el reconocimiento, el respeto y la complicidad se hacen de esperar, cuando no son inexistentes. Ahora después del reposo, sólo cabe desear la consumación de una evidencia, una de los muchas exigida y depositada en este contenedor de deseos por manufacturar que es esta Generación. El futur

Este jueves, relato: Blanco y negro.

Imagen
En mi familia cuando jugábamos al dominó, el que tenía el seis doble, además de empezar la partida, la ganaba. En mi familia siempre se han hecho trampas en los juegos de mesa. Sin embargo sacar a colación en este momento el dominó, no es necesariamente por el resultado, ni por el entretenido placer de mover y mezclar las fichas después de cada mano, ni siquiera por la obligada y asumida norma de mantenerlas en erecta verticalidad mirando al cielo. En mi familia el dominó era muy particular: lo negro era blanco y lo blanco, naturalmente, negro. La parte posterior de las fichas era de un insolente blanco hueso y la delantera, la que mostraba la numeración era negra, con los círculos en blanco. Nunca he sabido por qué, ni cómo llegó ese dominó a mi casa. Desde hace años, jugar al dominó con las fichas normales, es todo un aburrimiento. Más blancas y negras con Matices 

Este jueves, relato: Travesuras.

Imagen
«El Patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja, como los demás…» En eso estaban las mellizas, cuando Alex irrumpió dando pelotazos a diestro y siniestro. Los pollos y las gallinas huyeron en busca de un lugar seguro. Los conejos, atónitos y molestos se refugiaron en la conejera. Tan sólo “Chocolate” quedó quieta, enfrentada al perturbador infantil. No iba a consentir ninguna revolución en el patio. Alex tomó posesión del espacio, midió con la mirada e imaginó la portería entre la maceta de geranios y el botijo que, al fresco, colgaba de un alambre. Dio un paso atrás y chutó con todas sus fuerzas, la pelota se coló por el lateral del botijo, rozando el pitorro que acabó rompiéndose. Chocolate, (la cabra blanca con nubes marrones) se percató de lo grave de la situación y de su responsabilidad de mantener el orden en aquel patio florido. Saltó sobre sus patas traseras e impactó con sus diminutos cuernos en el trasero de Alex, al que derribó tumbándolo de plano sobr